Monday, January 30, 2006

CLAUDIO ARRAU: el Arte del Teclado.


ENTREVISTA A CLAUDIO ARRAU

Por Waldemar Verdugo Fuentes.
(Publicado en revista Vogue-México, en "El Mexicano" y UnoMásUno, 1984-1986)


El pianista chileno Claudio Arrau, el maestro melancólico del teclado, nació en 1903, y a sus ochenta años aún presenta 70 u 80 conciertos al año en los más importantes centros musicales de la actualidad, a menudo en los cinco continentes como en sus giras mundiales en que actúa en Estados Unidos, Europa, Sudamérica, Unión Soviética, Japón, Australia y Medio Oriente. Durante este 1984, además de presentaciones en varias ciudades de Estados Unidos, Canadá y ocho países de Europa, viajó a Brasil donde se realizó en el Teatro de la Opera de Río de Janeiro el "Festival Arrau" en su honor, estuvo en Japón, para aparecer en sus escenarios por quinta vez en su carrera, y actuó en el Festival Internacional Cervantino de México, donde se le ha rendido un multitudinario homenaje a su trabajo y conversamos con él.

-Mi trabajo musical -dice Arrau- no es más que la forma mía de vivir, de expresarme en esta época exacta que me ha tocado vivir. Una equivocada interpretación del hecho artístico se encuentra impregnada en muchas experiencias actuales, error que nos ha hecho olvidar esa segunda vida del arte, ese camino que recorre la conciencia y la memoria de los hombres y del cual el arte mismo se ha alimentado primariamente. Una figura musical que no sea una idea que pueda volver a nosotros no pertenece verdaderamente al mundo del arte. Y es éste segundo momento el que inspira cada una de mis presentaciones. Creo que la música es comprendida cuando es escuchada, pero no seguirá viva si no tiene el poder de continuar, de seguir manteniendo vivo su espíritu en aquél a quien va destinada, aquél que la busca. Gozar una obra de Brahms, por ejemplo, o un momento de la misma, es un instante preciso en que se hace perfecto el círculo artístico: es la vigencia del arte a través de la memoria que le proporciona esta segunda vida, aquella que en música se intenta revivir de varias formas, yo por medio de mi piano, como otro lo hace interpretando una ópera o dirigiendo una sinfonía.

Nacido en el pueblo de Chillán, al sur de Chile, como la mayoría de los músicos legendarios, Arrau fue un típico niño prodigio. Dio su primer recital en Santiago a los cinco años; y el segundo a los siete, en Buenos Aires, cuando junto a su familia se dirigían a Alemania para radicarse durante una década en Berlín, donde estudió con una beca del gobierno chileno. Su profesor fue Martín Krause, quien fuera alumno de Liszt; a partir de entonces Arrau inicia su propia búsqueda artística: "No basta dominar la técnica, es necesario comprender y traducir, de manera personal, los sentimientos que los grandes compositores han plasmado en sus obras". Y la vida de Arrau encontró su principal razón de ser en el contacto del teclado con sus manos prodigiosas: el éxito fue inmediato. A los once años se presentó en la Filarmónica de Berlín bajo la dirección del celebrado Karl Muck. Luego toca con la Filarmónica de Londres y comienza sus giras mundiales hasta ahora.
Los primeros reconocimientos artísticos los consiguió a los 16 años, cuando se le concedió el Premio Liszt, que gana nuevamente en la siguiente edición; ese mismo año obtiene el primer lugar en el afamado Concurso Internacional de Música de Ginebra, ocasión en que el jurado estaba integrado por Cortot, Arthur Rubinstein y el vienés Morra. Desde ese momento su carrera se cubrió con el brillo que hasta hoy mantiene. Como todos los grandes artistas, es un hombre muy sencillo, alejado de dobles intenciones y cordial. Me recibe donde se hospeda, el Hotel Real de Minas de Guanajuato, y está acompañado de su secretaria y dos o tres personas. Cuando le digo que también nací en Chile, pide que nos dejen solos y, tomándose de mi brazo, me dice que caminemos por los jardines del hotel. Debo confesar que cuando supe que conversaría con él, lo primero que pensé fue preguntarle el motivo que lo había inducido a renunciar a la nacionalidad chilena. Pero no fue necesario, porque él mismo lo mencionó de inmediato:
-Como mi trabajo lo exige, tenía muchos problemas para viajar entre un país y otro. Cuando subió Salvador Allende al poder en nuestro país, esto se hizo intolerable. Luego, con los militares las cosas continuaron igual, si no peor. Largas esperas para conseguir visas, suspicacias...y ya no estoy en edad para esas diferencias políticas tan ajenas a mí. Había países en los cuales ya no podía trabajar porque simplemente nos negaban visa a los chilenos, era muy desagradable y además implicaba causar molestias a quienes me rodean; no era justo que por un pasaporte no pudiera trabajar en lugares donde me ofrecían trabajo.
"Me duele mucho que en Chile se piense que he cometido una traición, y espero ir personalmente a dar una explicación, y decirles que no se debe pensar que soy un mal chileno porque no es así; pues si ahora viajo con un pasaporte norteamericano es porque mi tiempo es corto, y no me puedo dar el lujo de esperar por una visa días y días; pero mi corazón siempre está en mi país. Debes decir a mi gente que, si bien he vivido muy poco en Chile, en verdad nunca he salido de allá, porque mi corazón siempre permanece en mi tierra. Por eso, en mis programas siempre se dice que soy chileno, del sur, de Chillán. Lo otro es circunstancial y así debe entenderse. Soy de Chile y a mi país brindo espiritualmente cada una de mis presentaciones, esté donde esté".
Los ciclos pianísticos de Arrau se han hecho tradicionales en toda Europa. Y en verdad se le considera el más celebrado intérprete de Beethoven que ha tenido nuestra época: ha tocado sus 32 sonatas y sus 5 conciertos más veces que nadie en la historia. En 1935 fue el primero en interpretar las obras completas para teclado de Bach, a lo largo de doce recitales. En temporadas subsiguientes comenzó con los ciclos completos de sonatas para piano en que incluyó, de manera integral, las de Mozart, Schubert y Weber. Ya en 1941, durante un concierto ofrecido en el Carnegie Hall de New York, se le proclamó uno de los tres pianistas más completos del mundo (los otros dos son el ruso Ashkenzv y Rubinstein) y el único que se mantiene vigente. Actualidad que se le reconoce por su intacto virtuosismo en el teclado, porque la calidad de sus interpretaciones ha ido en constante aumento, lo que le ha obligado a dejar cierto tiempo cada año para actualizar su discografía, que sería muy difícil enumerar en su totalidad.

Derecha: Claudio Arrau, entrevista publicada por el autor en El Mexicano, de Baja California Norte, 1985.
Hace poco interpretó la difícil sonata "Dante" de Liszt, en el Avery Fisher Hall y, al concluir, las gargantas de tres mil espectadores quedaron como paralizadas un instante, para luego estallar en aclamaciones que ningún otro artista había recibido en la afamada sala. Arrau salió a dar las gracias una y otra vez, pero no volvió a sentarse al piano, pues en sus conciertos nunca hay encores. Es un hombre disciplinado que da a la música y al público la parte más importante de sí mismo, sin improvisaciones, lo que hace cada una de sus presentaciones exactamente como están programadas, siempre preciso, que afirman su compromiso declarado con la época que le ha tocado vivir, "en que es necesario mantener un orden para atacar el desorden", según explica.
-Creo que todos aquellos que nos movemos en círculos del intelecto -nos dice-, gentes que se preocupan de ideas, de reminiscencias de pasado, de explicaciones del presente y de simulacros de un utópico futuro, científicos y artistas, sacerdotes y catedráticos, vivimos en un mundo que no pasa por su mejor momento: las ideas y los hombres son atropellados injustamente. Y pienso que este atropello es súbito de las ideas, por lo cual debe existir un compromiso entre el público y el artista por el bien de ambos. La peor marginación a que se puede someter a un hombre es frenarle su espíritu, quitarle su libertad. Acción ante la cual yo no puedo permanecer impávido, por eso te la menciono.
-A usted le han entrevistado en todas partes, ¿qué preguntas son las más frecuentes?
-Es común que me hagan preguntas que no tienen una respuesta precisa: ¿por qué interpreto música?, ¿por qué el piano?...hay preguntas para las cuales no existe una respuesta exacta, determinada. Creo que el fenómeno musical no tiene explicación porque la música es un arte, y el arte es perfectamente misterioso, indefinible. Los intérpretes musicales, como los escritores o los escultores, podemos hablar de música, literatura o escultura más bien en términos técnicos, y esto dentro de ciertos círculos; podemos denunciar tal o cuál hallazgo, acierto o desacierto, pero no podemos explicar el misterio...Yo interpreto por una necesidad de expresar la música que me inspira, por un deseo consciente de expresar aquella partitura que mi piano anima, no tengo otra explicación.
-¿Influye su estado de ánimo cuando ofrece un recital?
-Mi estado síquico al iniciar la interpretación no siempre es grato. Cada vez, y durante estos ya tantos años ante el teclado, me debo enfrentar a un fenómeno de disposición, al eterno problema de decidir mi estado de ánimo para cumplir el propósito de servir como vehículo a una intención más alta que mi ánimo mismo.


Dos tiras de fotos de Claudio Arrau tomadas para estos "Susurros de Chile" en Guanajuato, México, 1984. (FOTOS PARA ESTA ENTREVISTA-WV-Archivo:VOGUE)


 


Le pregunto al maestro:
-¿Nunca pensó en componer su propia música?
-Claro que lo pensé, pero toma tiempo y hubiera significado ofrecer menos conciertos. Además, existiendo música tan bella, ¿para qué competir con ella, pudiendo mejor interpretarla y ser feliz recreándola lo mejor que puedo?
-El hecho de tocar casi siempre solo, ¿le ha hecho más individualista?
-Gracias a Dios que soy individualista a la hora de tocar. Cuando doy conciertos solo, que es casi siempre, tengo que decidir mis propias formas de crear arte, lo que es un desafío constante, y muy incentivador por cierto. Pero en la vida fuera del escenario soy lo menos individualista que se pueda ser.
-Usted ha dicho que ser artista es tan difícil como ser santo, ¿por qué?
-Para ser santo hay que renunciar a uno mismo y entregarse a Dios. Para ser artista hay que renunciar a uno mismo y entregarse al arte y, si se es creyente, entregarse a Dios también.
-¿Usted es creyente?
-Sí. Francamente dudo que alguien que haya nacido en un lugar como el sur de Chile deje de ser creyente. La belleza del lugar a uno lo obliga a creer en un orden superior.
-¿De qué manera siente usted que con su piano se relaciona con Dios?
-Yo me entrego a Dios no como artista solamente, lo hago como ser humano, o sea en todos los momentos de mi vida, en el escenario y fuera de escena. Entonces me relaciono en todo momento naturalmente con Dios, porque esa es la actitud de mi corazón.
-La aureola de suficiencia de la que algunos artistas se rodean, obviamente, usted no la practica.
-Es que esa aureola que tú mencionas la encuentro falsa, y es común en este medio, pero la encuentro tan fuera de lugar...yo no la necesito, me molestaría envanecerme, ser así, "creído", como decimos en Chile. El hombre tiene demasiado qué buscar en sí mismo, en su propio interior, mucho antes de considerar que es alguien de verdad.

(c) Waldemar Verdugo Fuentes.

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Nota: El maestro Claudio Arrau retornó a Chile dos años después de esta entrevista, y recibió el amor de su país. Hoy descansa para siempre en su pueblo natal Chillán.


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